Congelar la imagen

13 de junio de 2010. En pleno verano, la noche más canicular que haya podido imaginar. Nada peculiar, solo eso, una noche más de verano con casa llena. Mientras cumplía con lo habitual; computadora, destrozando diarios, televisor, jugando a vampiros; se fue la electricidad, pero a la misma vez que la luz artificial se extinguía, se encendía la curiosidad de mi primo de cinco años de edad y junto a esa curiosidad venia el típico miedo a la oscuridad. En ese instante todos nos dirigimos a la puerta de entrada para ver lo que había pasado, tan pronto salí al exterior descubrí la noche mas hermosa que pude haber visto, no había luna, y el cielo se cubría por millones de estrellas, cuando usualmente lo único que alcanzo a ver es ese color inenarrable del reflejo de la luz artificial.

Cuando estábamos todos deslumbrados mirando hacia arriba en el patio delantero, mi primo de cinco años se acercó a mi, se agarró de mi pantalón y se sujetó de mi mano que quedó postrada encima de su caja torácica, (Podía yo sentir en mi mano su corazón palpitando ligeramente), ahí se quedo por poco más de cinco minutos, yo le pregunté: “¿Tienes miedo?” y el me contestó: “Uy si, esta oscuro” Inmediatamente le sugerí que mirara a las estrellas y observara a todos los dioses que algún día fueron seguidos, venerados e idolatrados por miles de fanáticos y que presidieron con orgullo cada sociedad, su humilde pueblo.

P.D.: Para acelerar el paso del tiempo fuimos al puesto de gasolina y mientras esperaba sentado en la guagua vi a tres jóvenes salir del local, uno de ellos sujetaba una bolsa que cargaba varias cervezas importadas. En ese instante vinieron varias imágenes a mi mente, me percaté de los amigos que tengo y de que todavía pertenezco a una juventud pensante que busca constantemente la diversión, el placer de reír, socializar y experimentar en una sociedad a la cual ‘pertenecemos’ y que movilizamos a nuestra manera para crear la cultura que tanto fascina a los demás.