20 de marzo de 2010. Sábado en la noche, pero esta vez si que no me voy a quedar vociferando pensamientos en voz baja, casi muda. Saldré por donde el sol se esconde, con amigos, panoramas azules y cervezas del país. De vuelta a lo que vine a escribir hoy. Deambulando por la univesidad (como es de esperase, con el diario siendo arrastrado) me tropezé con unas gemelas que dejaban el tiempo correr en uno de los rincones acojedores del edificio D, piso uno. Me aproximé hacia ellas, arrastrado por la curiosidad y mi masa ensefálica no pudo registrar cuál de las dos tomaba clases de Investigación conmigo.

Al acercarme, les declaré mi duda y pedí una foto para compartirla con los lectores. Mientras conversaba me preguntaba como puede ser posible que existan dos personas que sean físicamente tan similares, pero que probablemente su personalidad sea totalmente diferente. El cambio de pensamientos terminó cuando una de ellas me preguntó: “¿Quieres brownies?” Yo, humildemente, contesté que no deseaba y en ese mismo instante la otra me dijo: “Dale, comete uno, están buenos”

P.D.: ¿Acaso no es suficientemente curioso el ser tan parecidas físicamente como para que estén ofreciendo brownies? Si alguna de ellas algún día lee esto, no lo tomen a mal, me pareció un acto grato, pacífico y bondadoso en medio de tanta disturbia social, exámenes finales y presentaciones orales. Personas y actos como estos te hacen aislarte de la malicia que nos impera.